miércoles, 30 de septiembre de 2009

La otra cara del dolor

Me sorprende la fragilidad con la que los buenos momentos se rompen. La facilidad que tenemos la mayoría de los seres humanos para desaprovechar oportunidades. Lo rápido que nos ponemos malos todos cuando llega el frío... y lo que nos cuesta recuperarnos de las heridas realmente profundas.
Me sorprende la precisión de cirujano que tienen algunas personas para retratar o escribir exactamente lo que sienten, pero aún me sorprende más cuando consiguen detallar algo que siento yo. Sobre todo el dolor. Utilizan un bisturí en forma de bolígrafo o incluso de teclado de ordenador, te seccionan justo donde más te duele y te sacan ese dolor, o al menos una parte de él, por pequeña que sea: basta con saber que alguien te comprende. La otra parte, permanece en su sitio.
Por suerte el dolor puede ser hermoso. Es impactante, o al menos lo es para mí, seguir viendo que hay muchas personas que lloran por cosas tan banales como el desamor. Obviamente, me impacta de igual manera ver esta misma reacción en mí. Pero ¿qué hay de la belleza de una lágrima rodando por una mejilla? ¿Y de todos aquellos suspiros lanzados al aire, sintiendo esa opresión en el pecho que todo el mundo conoce? ¿Por qué hay que callar? Sufrir es horrible, sí, y a veces puede ser hasta vergonzoso. Pero no deja de ser una señal de lo vivos que estamos. De cuánto necesitamos que alguien aparezca con su bisturí y nos opere… ¿acaso no es maravilloso curar ese dolor? ¿No lo es que alguien ame tanto a otra persona como para verse en esta situación? No sé, tal vez sea yo quien tenga una visión deformada de todo este asunto.

Hazme una señal de que me curarás, y moveré tierra y mar para seguirte.

Colour

Si todo fuera negro, no veríamos. Si todo fuera blanco, todo el mundo creería ver a su dios inmerso en una brillante luz, y el fanatismo crecería. Si todo fuera amarillo... tendríamos un constante dolor de cabeza. Si todo fuera rosa, mucha gente se arrancaría los ojos. Si todo fuera verde, aquello de que el verde es el color de la esperanza no se diría. Si todo fuera naranja, sucedería algo similar a si todo fuera amarillo, solo que algunos nos salvaríamos. Si todo fuera morado... no hay predicción para ello. Si todo fuera rojo, tendríamos un grave problema para encontrar la sangre que se dona. Si todo fuera azul, confundiríamos el cielo con el mar, las montañas con el cielo y, por tanto, las montañas con el mar, y nos volveríamos tan absurdamente locos como si todo fuera de cualquier otro color.

Y por mucha variedad que exista, nos empeñamos en hacer que el mundo sea sólo del color que más nos conviene.


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Este es un texto que escribí el 13 de agosto, no recuerdo muy bien con qué motivo... iba acompañado del spot de Sony Bravia, de cualquiera de ellos.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Apología de una sonrisa

Resulta sorprendente observar el bien que hacen una fila de dientes y unos labios ligeramente curvados hacia arriba. Tu sonrisa obliga a la mía a asomarse, a saludar abiertamente, a decir he nacido por fin. Porque las sonrisas nacen, sí. Nacen, crecen, se reproducen y mueren, como todo ser vivo. Nacen de una necesidad, la de alcanzar la felicidad por un instante. El primer indicio que se suele tener de que una sonrisa va a nacer es un pequeño hormigueo en el estómago. No obstante, no siempre aparece dicha sensación: hay sonrisas inesperadas, sonrisas que se convierten en carcajadas, sonrisas tan rápidas y fugaces que no viven apenas, y mueren cuando comienzan a crecer.

Lo maravilloso de las sonrisas es que poseen poderes curativos. Son contagiosas, generalmente, pero sus contagios no provocan dolor y muerte, sino sosiego, alivio para el que sufre. Mi filosofía cuando veo a alguien triste suele ser pedirle que sonría. Y casualmente siempre obtengo un rotundo “no” por respuesta, una mala contestación como “no me apetece sonreír”, “no tengo ganas”, o la que más me ha dolido de todas, “¿no puedes entender que no quiera estar siempre así?” (entendiendo por “así” una enorme sonrisa de las que no nacen porque no lo son, porque son falsos esbozos que nunca llegan a nada). ¿Creéis que no sé lo difícil que resulta sonreír cuando todo lo que quieres hacer es llorar? Yo suelo ser de esas personas que aparentemente siempre están contentas. Digo aparentemente porque, como se sabe, las apariencias engañan. La regla de oro que yo sigo me la dijo alguien a quien quise muchísimo en su momento, y que aún sigue siendo uno de mis apoyos: “Siempre hay algo de lo que reírse”.

Hoy, tres minutos después de darme una de aquellas contestaciones, he visto una amiga sonreír por la forma en que una niña de inmensos ojos azules se levantaba tras caer al suelo. La espontaneidad de las sonrisas es directamente proporcional al motivo por el que surgen, si bien es cierto que podemos forzar algunas más que otras. ¿Y qué es la fuerza sino magia? La magia reside en el hecho de que ver a una niña levantarse nos proporcione esperanza, de que cualquier pequeño detalle puede ayudarnos a resistir una verdadera tormenta. A mí, por ejemplo, me basta muchas veces con una sencilla mirada. “Incluso en la oscuridad se veía luz”, escribió Stoker, y yo me empeño en ver en esa frase mucho más que la mera descripción de un lugar, esa frase es un auténtico elogio a la esperanza.

¿Y acaso la esperanza no nos ayuda? Yo diría que sí. Si la esperanza es lo último que se pierde… hasta que la perdamos tendremos una razón para sonreír.

Si quieres, yo empiezo a sonreír por ti. Te abrazaré mientras encuentras tu motivo, y cuando lo hagas, sujetaré fuerte tu mano mientras nos contagiamos una y otra vez.

Para mis niñas, que lo necesitan.

Para el hombre feliz y la chica que sonrió al ver a la niña de los ojos azules.

...y, en general, para todo aquel que necesite ver esa luz en la oscuridad.