Y fue feliz porque de pronto no necesitó que le dijeran que la querían para sentirse bien. Simplemente se lo demostraban.
Aquella noche de calma, tras las tres caóticas anteriores, se dio cuenta de que lo único que necesitaba era que de vez en cuando le cogieran la mano al caminar, el ruido de sus pisadas acompañado por el de otras, que alguien la arropara con su abrigo, le colocara un cigarro entre los labios o frotara su nariz contra su mejilla.
Y comprensión, mucha comprensión; y risas, y cosas banales, y cambios en la rutina… y muchas otras cosas que, de pronto, habían tenido lugar a la vez.
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Love,
Kooooooooorrrrrn!!!!
que bonito ^^
ResponderEliminarme gusta mucho lo que escribes bitxejilla
eres un solaco.
Si te arropan con un abrigo, es que hace frio.
ResponderEliminarSi hace frio, te moquea la nariz.
Que asco que te froten contra la mejilla una nariz moqueante, ¿no?
Pues si, qué asco, pero casualmente aquel día la nariz no estaba goteante (si no, me habría apartado con recato y disimulo).
ResponderEliminarAnónimo, descúbrete!
Es un razonamiento muy lógico
ResponderEliminarLo es, lo es.
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